top of page
  • Foto del escritorMaite R. Ochotorena

Relato: «La tubería»



Algo se está revolviendo bajo mi fregadero, como si un ejército de cucarachas empujara a través de la porquería acumulada en las tuberías para emerger desde el desagüe como una erupción volcánica y desparramarse por el suelo de mi cocina.

No me lo puedo creer.

Miro perpleja el oscuro sumidero, esperando a que ese… «algo», acabe apareciendo. Pero nada… El ruido continúa. Algo, literalmente, está rasgando las cañerías, ¿uñas?, ¿patas?

Estoy empezando a ponerme muy nerviosa, así que pienso buscar algo con qué defenderme de lo que sea… eso. ¡Y tengo algo! Joder, algo muy efectivo: «Agua Fuerte». ¿Qué bicho va a sobrevivir a un buen chorro de «Agua Fuerte»? Tengo una botella ahí mismo, bajo el dichoso fregadero que me está sacando de quicio.

Voy a abrir la puerta… Me agacho y miro. ¡Oh Dios!

La tubería está a la vista…

Es peor de lo que imaginaba.

Está hinchada, como una pesada barriga repleta de algo… algo que se mueve.

No puede ser, la tubería es de PVC rígido, nada puede hacerla ceder así, como si fuese un puto calcetín… ¿O sí?

Me quedo mirando la botella negra de «Agua Fuerte». No me atrevo a cogerla, se me eriza el vello de todo el cuerpo de repugnancia, porque la condenada está al fondo del armario, justo detrás de la inquietante tubería. Para alcanzarla tengo que meter la mano a través de ella…

«Venga, joder…»

Y lo hago.

¡Debo de estar loca!

Cojo la botella, y al sacarla, sin querer, rozo con el brazo el PVC blanco… Está caliente y blando, dúctil… y doy un respingo, ¡y me golpeo la coronilla contra el borde de la encimera!

«Mierda… ¡Mierda!»

Pero tengo mi arma de destrucción masiva, y una sonrisa vengativa se extiende por mi rostro. Ahora verá esa plaga invasiva.

Cuando vierto el apestoso líquido humeante a través del sumidero, me da la risa, mientras imagino la agonía de lo que atasca la tubería. Oigo un siseo, y una densa humareda brota de la garganta del fregadero, como un profundo eructo pestilente que sofoca mi rostro. Huele a muerto, a cadáver, a…. No no no no no… Inclino la botella y hecho todo su contenido, por si acaso. Luego me agacho, y observo lo que pasa debajo.

La pesada barriga se mueve.

Es como observar una enorme bolsa de huevos, repleta, a punto de estallar. Su contenido se revuelve frenético ahora, seguramente por efecto del veneno. Ese siseo se vuelve sibilante e intenso. Me aparto, por si acaso, no muy convencida de haber tenido una buena idea. ¿Y si lo que sea que haya ahí… NO MUERE? ¿Y SI SE CABREA?

Pero es tarde para arrepentirse, ¿no? Ya está hecho…

Oigo un golpe sordo, tiembla el suelo, lo noto a través de mis pies, y me caigo de culo. La tubería se repliega, se encoge y se expande… Está a punto de estallar. Retrocedo arrastrándome y busco con qué protegerme, pero no me da tiempo.

De pronto se oye una explosión, y una densa nube de vapor hirviente se expande desde mi fregadero y lo inunda todo. Algo líquido y caliente salpica mi cuerpo, mi rostro, mis piernas… Algo me abrasa la cara (el «Agua Fuerte»), y ciega mis ojos.

«¡JODER!»

Pero ay Dios...

Ahora algo asqueroso se retuerce sobre mi piel.

No sé qué es porque no veo, mis ojos lloriquean, heridos por el ácido del desatascador, y el dolor sacude mi conciencia.

Empiezo a gritar, y trato de levantarme, manoteando y chillando, histérica.

Una masa palpitante, con vida propia, chorrea ahora por mi cuerpo. Trato de quitármela de encima, pero no puedo, es pegajosa y repta por mi piel como si mil ventosas hicieran presión sobre ella, y el siseo que emite aumenta hasta volverse insoportable. Me abalanzo a ciegas hacia el grifo de la cocina, y lo abro para lavarme los ojos, que me arden. Pero mil gusanos empiezan a succionar mi cuerpo, cubren mis piernas y mis brazos y se retuercen alrededor de mi cuello, y siento su babosa consistencia penetrando en mí, llenando mi interior igual que antes llenaban la cañería, penetrando a través de mis músculos, preñando mi estómago e hinchándolo grotescamente… y el dolor se dispara…

No me da tiempo a pensar, ya no puedo gritar… Mientras la marea viscosa palpita en mi interior.

«…no tenía que haber usado el puto desatacascador…»

24 visualizaciones

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page