Maite R. Ochotorena
Bocaditos de Suspense: «Nelly»

—...buenos días princesa...
—Buenos días Nelly...
Sue parpadea, aún aturdida por el sueño. Se acurruca entre las mantas, pero la expresión de su hermana, acuclillada junto a su cama, acaba por inquietarla. Tiene la carita apoyada en las manos y entorna un poco los ojos, con el ceño fruncido. Nelly se pone así cuando algo malo va a pasar.
—¿Qué pasa, Nelly?
Ella guarda silencio. Aprieta los labios, y frunce aún más el ceño. Al fin, clava sus ojos almendrados en su hermana pequeña.
—...mamá está muerta... —susurra.
Su aliento cálido roza el rostro de Sue, como si en las palabras que acaba de pronunciar hubiera un beso de despedida. Sue se estremece, sin comprender.
—...mamá está durmiendo... —murmura.
Ahora hablan en susurros, como si compartieran un secreto, como si al tenerlo retenido entre las dos, contenido en el pequeño espacio que separa sus caritas, aún no pudiese hacerse realidad.
—No... Mamá está muerta —repite Nelly con seguridad. Su voz es un murmullo reverente. Mira directamente a Sue, por eso Sue sabe que no miente. Cuando Nelly miente desvía la mirada hacia abajo.
—¿Dónde...
—Acabo de verla, en su cama.
—No, está durmiendo...
—Está muerta Sue.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque no respira...
Sue empieza a temblar. De pronto siente miedo de que lo que dice su hermana sea verdad.
—Voy a despertarla... —susurra entonces.
—No.
—¿Por qué no?
—Porque no te gustará verla así.
—¿Así... cómo?
—Así...fría y rígida, y tiene los ojos abiertos.
—Si tiene los ojos abiertos es que está despierta...
—No si no los cierra nunca.
—Quiero verla... —Sue solloza.
Siente la urgencia de abrazar a su madre. Aparta las mantas y hace amago de levantarse, pero Nelly la retiene. La abraza con fuerza. Ella también llora.
—No vayas Sue, no vayas...
—Pero, ¿por qué? Yo también quiero verla...
Nelly la estrecha con más fuerza. No responde.
—Déjame, voy a despertarla...
—No.
Sue se revuelve.
—¡Déjame! ¡Mamá! ¡Mamáaaa!
Llora ahora si contenerse, y su voz se eleva en el silencio de la casa.
—Sue, ¡cállate!
Pero la niña llama a su madre y se revuelve. Al fin Nelly la abofetea. Sue se calla de golpe. Se queda muy quieta, con los ojos muy abiertos y una expresión desconcertada en la carita.
—Quiero ver a mamá... No está muerta, no está muerta...
—Sí lo está —afirma Nelly, ahora con dureza.
—No lo sabes...
—Sí que lo sé...
—¿Cómo vas a saberlo?
—¿Por qué va a ser? La he matado yo.