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  • Foto del escritorMaite R. Ochotorena

Bocaditos de Suspense: «La Despensa»



canario

—Buenos días tengas, Nellie.

Ella no contesta. Está malhumorada. Mira con obstinación el televisor, mientras rumia sus cereales. A sus noventa y cuatro años no parece feliz.

Úrsula la observa unos minutos, de pie a su lado, menea la cabeza con disgusto y la deja sola.

Entonces Nellie se mueve. Se gira para asegurarse de que Úrsula se ha ido, y deja a un lado el cuenco... Apaga la televisión, se levanta, y se aproxima, sin dejar de vigilar, hasta la mesa camilla que hay junto a la ventana. Levanta el faldón del mantel que la cubre y mira debajo.

Ahí está, tal y como lo ha dejado.

Alarga la mano y tira del gato muerto de Úrsula, Merlín, un gran felino negro, obeso de tanto comer. Pesa mucho, pero lo agarra con las dos manos, de tal manera que cuelga laxo con el cuerpo grueso elongado y rígido.

Nellie abre la ventana y lo arroja al jardín. A continuación regresa a su butaca, enciende la televisión, y sigue desayunando sus cereales. Mira con disimulo su reloj de pulsera. Las diez de la mañana. Úrsula volverá en cinco minutos.

En la salita donde desayuna Nellie sólo se oye el sonido del viejo televisor. Cuando Úrsula regresa, arrastrando los pies, la encuentra dormitando. El cuenco de cereales descansa vacío a su lado.

—Vieja tragona... —murmura Úrsula—... Ojalá fueras más amable con quien te cuida cada día!!

Recoge el cuenco, y mira con crispación alrededor.

—...Merlín??

Pero nada se mueve.

—Dónde te habrás metido, gato del demonio?

Nellie no puede evitar que se le dibuje una mueca triunfal en la comisura de los labios. En cuanto Úrsula se aleja, vuelve a levantarse, atraviesa la sala y llega hasta el sofá. Levanta los cojines... Ahí está!

Duende, el canario de Úrsula, descansa tieso y frío, con las alas rotas y el cuello retorcido. Nellie lo coge de una de sus patitas y lo levanta en el aire. Es todo plumas, delgado y amarillo. Corre a la ventana y la abre, para arrojar al desdichado pájaro al jardín. Se oye un “ploc “, y Úrsula sonríe.

Tiene dos minutos antes de que Úrsula regrese para limpiar el polvo. Se acomoda en su butaca y cierra los ojos.

La oye llegar, plumero en mano. La vieja entra en la sala silbando y se pone a pasar los muebles. Cada vez que pasa junto a Nellie se agacha y la mira de cerca, atisbando su rostro enjuto, para ver si finge dormir, pero ella disimula bien, e incluso se permite roncar un poco.

Cuando al fin Úrsula termina y de nuevo se queda a solas, se levanta y corre como nadie hubiera creido que podía correr, hasta la librería. Detrás de una pila de novelas de humor inglés, está el hámster de Úrsula, y su culebra, aplastados los dos. Los coge con evidente repulsión, para hacer con ellos lo mismo que con el gato y el canario.

—...así que eras tú!!

Nellie se endereza, helada, con sus víctimas en la mano. Se sabe sorprendida. Úrsula está a su espalda. Puede sentir su cólera...

—Maldita desagradecida... Toda una vida cuidándote y así me lo agradeces? Tirando nuestros víveres por la ventana?? Y qué vamos a cenar la próxima semana??

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