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  • Foto del escritorMaite R. Ochotorena

Bocaditos de Suspense: «Sólo es un sueño»



Está en una esquina. Parece una alimaña, y no lo es. No le veo la cabeza, ni los ojos, pero sé que es consciente de que estoy aquí. Le veo respirar. Le oigo jadear. Son las dos de la madrugada y no hay nadie en siete kilómetros a la redonda. Estoy sola. No me atrevo a moverme. Sólo quería beber, tenía sed, y he venido a la cocina... Ahí está, un bulto en el rincón, retorcido, velludo, oscuro. Tengo miedo. Si retrocedo, aunque sea despacio, o si avanzo para salir de la casa... ¿qué hará? Sé bien que es algo peligroso, algo que no debería estar aquí. No... más bien «yo» no debería estar aquí. Si hubiera seguido durmiendo, no habría pasado nada. Para mí, «eso», no existiría. Pero me he desvelado, he dejado mi habitación y he venido a la cocina, y lo he descubierto. Se retuerce. Parece un nudo de serpientes muy apretadas, formando un algo compacto de cuerpos largos que se mueven y palpitan. Oigo un profundo gruñido, como un lamento, y su piel, recubierta de un vello fosco y corto, muy duro, se desliza por todo su cuerpo, como cuando tiras de una sábana y la tela recorre la cama, lentamente. No puedo respirar. Oigo mi corazón, a punto del colapso. Abro los ojos, pero está oscuro. Olvidé pulsar el interruptor. La única luz que hay es la de la luna. Doy un paso atrás, muy, muy despacio. Estoy descalza, el suelo es de baldosa, frío y duro. Apoyo los dedos... Mi talón aún no ha tocado el suelo cuando la cosa reacciona. De pronto se retuerce, como si hubiera recibido una descarga, y entonces veo que no es sólo una cosa, son muchas, todas mezcladas, sombras y formas que forman una sola, y la oscuridad en el rincón se llena de ojos y dientes, y se oye un siseo y un chirrido estridente. —¿mamá...? Mi hija. No me da tiempo a decirle que se marche. Apenas puedo verla de pie en el pasillo, detrás de mí, con su pijamita y su osito en la mano, somnolienta, frágil, inocente. Quiero protegerla, pero esas mil sombras, con sus mil rostros y el hedor y la muerte me alcanzan y dejo de sentir antes de haber abierto la boca para gritar. Y no sé si ella está a salvo.

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